Más allá de encasillar los formatos de podcast como “mejores” o “peores”, lo realmente importante es conocer la amplia gama de posibilidades en este universo, sus pros, sus contras y, sobre todo, cuál se adapta mejor a las necesidades y objetivos específicos de cada caso.
Pensar en podcast implica pensar también en su diversidad pues, a pesar de que su surgimiento sea relativamente reciente, el mundo del podcasting se ha ramificado de múltiples maneras, creando distintas posibilidades, presentaciones y formas de producir shows sonoros… Por eso, en términos generales, podemos decir que existen cuatro grandes formatos de podcast, que, muchas veces, pueden mezclarse entre sí y generar nuevos programas híbridos o fronterizos.
Es imposible asegurar que cierto tipo de show sea mejor o peor que otro, porque todo depende del objetivo que se persiga al crearlo. Sin embargo, cada uno de estos cuatro formatos desarrolla un estilo propio, con ventajas y desventajas, que pueden analizarse teniendo en cuenta aspectos objetivos como: su capacidad para conseguir audiencia, la inversión de recursos que demanda, su dificultad técnica, el carisma que exige para el host o los invitados del show, y su frecuencia.
Entonces, pongamos bajo la lupa a los “big four” del podcasting.
Ficción: el arte de crear nuevas realidades ✨🚀
Capacidad para conseguir audiencia: ha demostrado su inmenso poder al convocar rápidamente a millones de oyentes, gracias a su cercanía natural con el mundo del entretenimiento y a su transversalidad de temáticas, intereses, edades y géneros.
En este sentido, Caso 63 es uno de los referentes más sólidos que hay en el mundo: el show sobre un viajero del tiempo que salta entre realidades pandémicas no solo es uno de los grandes éxitos de Spotify en Latinoamérica, sino que su popularidad se ha extendido por el globo gracias a las adaptaciones de India y Estados Unidos.
Por otro lado, este tipo de contenidos permite una exploración mucho más transmedia, en la que, a través de diferentes canales, se crea un universo narrativo para profundizar en diferentes aspectos de una misma historia.
Inversión de recursos y dificultad técnica: al ser ficcionados, este tipo de programas exige un altísimo nivel de preproducción, con un equipo humano dedicado de lleno a la creación de la historia, la escritura del guión, la edición del contenido y una locución estelar, que llega incluso a ser interpretación de personajes… Es un proceso tan exigente que, de hecho, podría acercarse más a la dirección de arte cinematográfica que a la producción usual de podcast.
Gran parte del éxito en un podcast de ficción recae sobre qué tan bien esté escrito, y ese nivel narrativo es un no negociable del formato.
Como es de esperarse teniendo en cuenta la inversión de recursos que exige, producir un podcast de ficción exitoso conlleva un alto grado de dificultad técnica, que pasa por tener estudios profesionales de grabación y dirección de arte durante todo el proceso. Justamente por eso, es el formato más costoso de producir en términos económicos.
Carisma que exige a host e invitados: como tal, los podcast de ficción no demandan la presencia de host o invitados al programa. Sin embargo, este reto se reemplaza con la dificultad de la producción y de lograr una locución muy cercana a la actuación profesional.
Frecuencia: justamente por el desafío técnico y humano que es crear este tipo de contenidos, es muy difícil garantizar que los episodios salgan al aire constantemente con una alta frecuencia. Por eso, es muy usual que este formato se publique a través de temporadas, con un volúmen significativo de episodios que, una vez se han entregado, dejan de salir al aire para retomar la producción de una próxima temporada.
Mesa redonda: una conversación heredada de la radio tradicional 🎙
Capacidad para conseguir audiencia: este formato es uno de los más populares en Latinoamérica, probablemente el segundo más escuchado después de la ficción. Esto se debe justamente a su evidente cercanía a la radio tal cual la conocimos históricamente en esta parte del mundo, con un grupo de personas —usualmente entre tres o seis— discutiendo temas específicos.
Tal cual como pasaba con la radio décadas atrás, gran parte del éxito al tener una audiencia sólida y fiel recae sobre la afinidad entre oyentes y host, es decir entre esa conexión que se crea a través de la conversación y que hace sentir a quienes la escuchan que son una parte real e indispensable de ella.
Por otro lado, la reinvención de esa herencia tradicional también suma puntos a la hora de conseguir y fidelizar audiencia al ponerle un toque más moderno a un contenido de siempre.
Esto se logra al pensar el formato como una puerta abierta a la innovación y jugar con aspectos como las voces del show y las secciones creadas para cada episodio. En ese sentido, un mismo formato permite variaciones como: tener al frente a las mismas personas permanentemente —Entiende tu mente o Máquinas de ventas, por ejemplo—, tener host fijos acompañados de otras personas que cambian cada episodio —como Expertos de sillón o Se regalan dudas—, y crear espacios como preguntas de la audiencia, serie de consejos, recomendaciones de un experto, contrapreguntas del invitado, etcétera.
Inversión de recursos y dificultad técnica: aunque cualquier formato de podcast exige trabajo en preproducción, en este caso se trata más de entender cuáles serían los temas o los componentes que se van a tratar en cada mesa redonda. Por eso, el tiempo que se invierte en este tipo de contenidos puede ser más bajo comparado a otros formatos: requiere disposición en preproducción, grabación y postproducción, pero no a una gran escala. En ese mismo sentido, su dificultad técnica no es tan elevada y no suele estar asociados a grandes costos económicos.
Carisma que exige a host e invitados: he aquí el Talón de Aquiles de este formato. El éxito de una mesa redonda está profundamente relacionada con el carisma que uno encuentre como tal en sus host: en la conexión que tengan entre sí y con la audiencia, en la química genuina y natural que se sienta en el ambiente, en lo amigables que sean con otros invitados, en lo agradable que sea sentirse parte de esa conversación.
Por supuesto, todo esto suena muy bien, pero no es tan fácil de lograr y, en ese sentido, este punto suele ser una gran barrera, por ejemplo, para las empresas que quieren incursionar en este tipo de contenidos aunque su producción sea más sencilla.
Gran parte del éxito en un podcast de mesa redonda recae sobre qué tan carismáticos son sus host, y ese nivel de química natural es un no negociable del formato.
Frecuencia: permite una altísima frecuencia, por lo que algunos podcast incluso llegan a tener más de un episodio semanal al aire o, en el caso de contenidos noticiosos, una publicación diaria.
Monólogo: narrar el mundo con una única voz🔊
Capacidad para conseguir audiencia: la cantidad de gente que escuche un monólogo va a depender profundamente de quién es la persona frente al micrófono, de qué tan consolidada esté su marca personal, de qué tan construida esté su comunidad e interesada en este nuevo espacio.
Si se cumplen estos requisitos, hay una probabilidad muy alta de tener buena audiencia, como evidencia el caso de Diana Uribe —un contenido permanente en el Top 10 de Spotify Colombia—, el de Alejandra Azcárate —que después de viralizarse en lives de Instagram decidió formalizar los espacios en un nuevo programa— y nuestro éxito con Popularmente, que en voz de Vanessa Rosales ha logrado cerca de siete mil oyentes en tan solo tres meses y siete episodios al aire.
En el corazón de todos estos ejemplos siguen estando las protagonistas de esos shows —Diana, Alejandra y Vanessa— que en todos los casos ya tenían una audiencia propia y consolidada que únicamente tenía que migrar de otros canales a sus podcast.
Inversión de recursos y dificultad técnica: requiere una preproducción fuerte en términos de organización de contenido, búsqueda de referentes externos, ritmo narrativo y una planeación transversal de lo que para los oyentes sonará como fluido. Por otro lado, en términos de posproducción también requiere una inversión fuerte de tiempo en edición para lograr ese contenido final amigable que efectivamente parezca darse de manera natural.
Por esto, aunque requiere un trabajo fuerte si la voz protagonista del monólogo está bien preparada, no tiene porqué representar una dificultad técnica demasiado alta. En términos económicos, es vital tener en cuenta los costos asociados al trabajo y la presencia de la voz principal.
Carisma que exige a host e invitados: aún más que en el caso de las mesas redondas, en el monólogo el carisma de quien habla lo es prácticamente todo: 90% del éxito de un monólogo recae sobre quien lidera la conversación, y esa habilidad se vuelve un no negociable del formato. Básicamente, si la voz que está hablando todo el tiempo con la audiencia no genera una conexión genuina con ella, se pierde la apuesta central de este formato.
Frecuencia: si quien es host del monólogo domina el tema y tiene disposición completa para el proyecto, este formato permite una altísima frecuencia al aire.
Documental: hilar muchas voces en un solo propósito 🤝
Capacidad para conseguir audiencia: desde Naranja Media, este formato es realmente nuestro fuerte, por eso en estos años de experiencia podemos asegurar que permite un buen volumen de audiencia. Sin embargo, en términos generales, no se trata de espectadores masivos sino de oyentes de distintos nichos, de audiencias muy específicas con intereses particulares en la temática de cada show documental. El éxito en su tracción de audiencia recae directamente sobre qué tan bien dirigido esté el mensaje para el nicho segmentado, y el valor y la utilidad de la información que se comparta.
Inversión de recursos y dificultad técnica: implica una alta preproducción porque usualmente en un mismo episodio se incluyen muchas voces, con un alto nivel de investigación y horas de entrevistas y conversaciones previas. En nuestro podcast El universo de Truora, por ejemplo, cada episodio condensa en treinta minutos entre cuatro y seis voces y cerca de ocho horas de entrevistas.
La exigencia propia del formato en términos de una alta dedicación horaria para preproducción —investigación y entrevistas—, producción —creación de arcos narrativos, mensajes, guiones, multivoces y uso de recursos externos, como fragmentos de charlas TED— y postproducción —edición y musicalización— aumenta la dificultad técnica frente a otros tipos de podcast y, aunque no es tan costoso como la ficción, suele representar una inversión monetaria mayor a la de una mesa redonda.
Carisma que exige a host e invitados: uno de los grandes pros de este formato es el hecho de no depender del carisma de ningún host o invitado porque el trabajo de producción es justamente hilar una historia lo suficientemente sólida y nutrida que no depende de ninguna voz oficial.
Esta independencia de un host, sumada a la capacidad de llevar mensajes clave de manera entretenida y generar un alto enganche, hacen que este formato sea ideal para generar contenidos empresariales.
Gran parte del éxito en un podcast documental recae sobre la habilidad de tejer historias y priorizar la información. Por eso, las habilidades narrativas son un no negociable del formato.
Frecuencia: la complejidad narrativa del formato dificulta salir al aire semanalmente, pero permite perfectamente tener una publicación quincenal de episodios. En ese sentido, puede ser un punto intermedio entre el reto de la frecuencia propia de un podcast de ficción y la facilidad de salir al aire que permite una mesa redonda.
¿Entonces cuál formato escoger? 🤔💭
Evidentemente, cada formato tiene sus fortalezas y sus debilidades que interferirán a la hora de crear un podcast. Por eso, al escoger formato es muy recomendable que, más allá de seguir tendencias o de pensar qué es lo más masivo, la decisión se centre en los puntos fuertes y débiles que se tenga como productor y en los objetivos del show en cuestión.
Por ejemplo, si el equipo de producción cuenta con una persona con influencia fuerte, una marca personal consolidada y un mensaje potente para llevar a su audiencia propia entonces quizá lo más sensato sea optar por un monólogo. Si por el contrario, lo que se busca es llegar a un grupo de oyentes muy nichado, como amantes de la sostenibilidad o la innovación, con una historia contada a varias voces y no hay un host destacado entonces lo mejor será decantarse por el documental.
Para cerrar, es importante tener en cuenta que los formatos de podcast no son camisas de fuerza. Aunque no sea común, explorar híbridos y mezclar elementos de formatos en una nueva propuesta es una posibilidad que puede llevar a caminos interesantes. Sin embargo, esta práctica requiere cierto cuidado para no confundir a la audiencia y para no perder la capacidad central de mantener un mensaje claro y contundente. Por eso, experimentar migrando elementos muy pequeños de otros formatos en un episodio concreto —llevar guiones pequeños a una mesa redonda o un monólogo breve a un documental— puede ser más recomendable que crear un formato totalmente híbrido desde el inicio.
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